Las tres almas de Podemos

En una entrada anterior defendí la política de abajo arriba. Desde entonces, seguramente la mayor novedad en la política española ha sido la irrupción de Podemos, un movimiento cuyo principal reclamo es, precisamente, practicar una política de abajo arriba. Siguiendo con nuestro manual de política tridimensional, el ejercicio de hoy consiste en comprobar si esa etiqueta le cuadra a este nuevo grupo político.

La respuesta no es fácil porque dentro de Podemos conviven tres almas, y cada una de ellas interpreta de forma distinta eso de practicar la política de abajo arriba.

Esto que digo no es del todo nuevo. Algunos ilustrados comentaristas ya han dicho que hay dos tendencias en tensión dentro de Podemos. Yo digo que hay tres, porque algo tendré que añadir: con todo lo que se ha escrito sobre Podemos, no voy a perder el tiempo en decir lo mismo. Además, mejor que de “tendencias”, yo prefiero hablar de “almas”, que suena más poético.

 La primera de las almas de Podemos es la anticapitalista, que está presente sobre todo en los miembros del grupo Izquierda Anticapitalista y en antiguos militantes de partidos de izquierda. Para éstos, la política de abajo arriba consiste ante todo en la conquista del poder por los “de abajo” como paso ineludible en la construcción de una sociedad sin clases. De acuerdo con la tradición marxista, “los de abajo” se identifican con el proletariado (el del siglo XXI, que no es exactamente el mismo que el del XIX) y el instrumento sigue siendo la lucha de clases, aunque a los recursos tradicionales de ésta (las barricadas, las huelgas o el arte proletario) se suman ahora recursos técnicos novedosos, como los muros de Facebook y los Círculos Podemos. Quienes descalifican a Podemos como otro partido más de la extrema izquierda (por ejemplo, toda la “caverna mediática”, pero también Joaquín Sabina) se fijan sobre todo en esta primera de sus almas y, al hacerlo, solo cuentan parte de la verdad.

 La segunda es el alma que, siguiendo a los comentaristas de marras, podemos llamar populista. Es la que está más presente en la comisión promotora de Podemos y en sus portavoces más conocidos, como Pablo Iglesias. Estos siguen viendo la política como una defensa de los de abajo frente a los de arriba, aunque hacen una lectura más amplia de los de abajo, hasta incluir a todas las buenas gentes (los parados, los médicos, los estudiantes, los hipotecados, los investigadores…, muchos de ellos venidos del 15M y de las mareas ciudadanas) que se sienten justamente indignados y estafados por los de arriba, también novedosamente reinterpretados como la casta. En el discurso de estos portavoces las referencias a la lucha de clases y la revolución proletaria ceden el protagonismo a la reivindicación de incumplidos derechos constitucionales, como el derecho a la vivienda y al trabajo. Los anticapitalistas (y Willy Toledo) dicen que estos otros son, en realidad, socialdemócratas, lo cual viniendo de los anticapitalistas no es ningún cumplido. El nombre de populistas les viene de la influencia que han recibido de representantes del llamado “populismo latinoamericano” post-marxista, como el difunto Ernesto Laclau, un politólogo argentino con algunos aciertos teóricos y un gran desacierto práctico: haber vinculado voluntariamente la suerte de sus teorías a la del kirchnerismo. Le puede pasar (póstumamente) lo que le pasó a Philip Pettit cuando eligió a Zapatero como encarnación viviente de su republicanismo. Que el señor les conserve el olfato a los filósofos políticos.

 Queda, en mi opinión, un alma más de Podemos, en la que no suelen reparar sus detractores, un alma que se solapa con las otras dos y que, aunque sea más afín a la segunda, no acaba de identificarse con ninguna de ellas. La llamaré su alma democrática. Es el alma que se encarna, por ejemplo, en estos portavoces locales que insisten en que Podemos no es un partido, sino un método para la participación de personas con convicciones diversas, que no tiene ideología y que no es, dicen literalmente, ni de izquierdas ni de derechas, sino “sentido común”. A algunos estas palabras les sonarán ingenuas (el sentido común tiene muchas interpretaciones), pero creo que aquí encontramos la principal novedad de Podemos y la principal explicación de su inesperado éxito en las urnas; también creo que Podemos tiene futuro como proyecto político a largo plazo solo si este alma se impone a las otras dos. Y alguna tendrá que imponerse, porque hay que elegir entre primar los contenidos o primar el método. Verbigracia, si un grupo se llama a sí mismo “Izquierda Anticapitalista”, podemos inferir que sus miembros ya han decidido, antes de empezar a discutir, que el capitalismo es malo. Pero entonces, ¿para qué necesitan el método?

 En Podemos hay un método y unos contenidos. A mí el método me parece muy bien. Los contenidos, a veces sí y a veces no. Pero en estos momentos es más importante el método que los contenidos. ¿Por qué? Porque la gente de la calle no se cree los contenidos de los programas, y hace bien. Por ejemplo, ahora todo el mundo está de acuerdo en que hay que luchar contra la corrupción. ¡Hasta la presidenta de la Junta de Andalucía! ¡Hasta la vicepresidenta del gobierno! No paran de decir que ellas y sus partidos están comprometidos contra la corrupción, pero a estas alturas casi nadie les hace caso, como es natural.

 Por eso, a partidos como UPyD y Ciudadanos no les basta con decir que están contra la corrupción, por la transparencia, por la participación y contra la vieja política. Necesitan mostrar en su praxis que están muy lejos de las maneras del PP y del PSOE y, como señalé en una entrada anterior, justamente de eso no nos acaban de convencer. Podemos podría decepcionar a sus seguidores si cometiera el mismo error que UPyD y Ciudadanos: dar más importancia a los contenidos que al método y utilizar éste como un mero recurso pedagógico o propagandístico mediante el cual demostrar los axiomas que ya se aceptaban antes de aplicar el método. En otras palabras: Podemos corre el peligro de convertirse en un partido más (eso sí, de izquierdas) si se impone tanto su alma anticapitalista como su alma populista; de la misma manera que UPyD y Ciudadanos corren el peligro de convertirse en dos partidos más (eso sí, de centro), si siguen más preocupados por su escaparate programático que por el funcionamiento de sus tripas.

 Así pues, aquellos portavoces locales de Podemos tienen razón cuando dicen que lo fundamental es el método (la participación, la democracia, la movilización de los que no estaban movilizados) y no la ideología, el anticapitalismo, el populismo o la izquierda. Ellos quizá no han leído a Laclau, ni a Althusser, ni a Chantal Mouffe, ni a Gramsci, ni a Lacan ni a Derrida (o a lo mejor sí: vaya usted a saber). Pero han disuelto algunos dilemas viejunos sobre la viabilidad de la democracia participativa manejando los tuits y el whats up con unos dedos vertiginosos que son la envidia de los que tenemos más años; y han sabido conectar con la gente de la calle mejor que ninguno de esos políticos culturetas de izquierda que han intentado durante décadas, infructuosamente, explicarles a las masas las bondades del post-estructuralismo.

 Ojalá el alma democrática se imponga en Podemos al alma populista y al alma anticapitalista. Mi novia tiene más esperanzas que yo con respecto a esto. Quizá porque ella es de la Generación X y yo más bien pertenezco al Baby Boom, y los del Baby Boom somos pesimistas por buenas razones.

 Sería bueno para Podemos y para el país que acabara imponiéndose el alma democrática. Podemos podría recibir entonces el apoyo de gentes que no saben si quieren destruir el capitalismo o acabar con la globalización pero sí tienen claro que quieren encontrar puestos de trabajo para los jóvenes, reducir gastos estúpidos y privilegios irracionales, y echar a los políticos corruptos. Solo así podría Podemos superar el techo tradicional de IU y ser algo más que un partido que defiende los intereses de un bando.

 Seamos, por un momento, incluso más optimistas e imaginemos que el alma democrática se impusiera, en general, en los nuevos partidos y movimientos políticos (Equo, UPyD, Ciudadanos, Podemos) por encima de sus dogmas respectivos. Entonces podríamos aspirar a una política mucho más de abajo arriba, una política que escuche a la gente y busque soluciones libres de dogmas a los retos de un mundo cambiante; una política en la que no habría desaparecido la confrontación, en la que convivirían almas diversas, pero que tendría, al menos, alma.

 En cuanto a los viejos partidos, hace tiempo que vendieron su alma y lo mejor es que la marea se lleve pronto los cadáveres.

Acerca de Javier Rodríguez Alcázar

Soy profesor de filosofía moral y política en la Universidad de Granada. He escrito bastantes trabajos de filosofía y una novela (El escolar brillante, publicada por Mondadori) con la que gané el Premio Jaén el año 2005. Tengo dos hijos, Mario y Gabriel. Mi pareja, Lilian, también se dedica a la filosofía.

Publicado el 30/08/2014 en Política y etiquetado en , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 7 comentarios.

  1. Buen artículo,por partes, Podemos no puede ser democrático sencillamente porque no creen en ella, son asamblearios hasta el tuétano, tienen un programa que es un chiste, así de claro.Podemos es una formación salida de la endogamia departamental que hay en la universidad española, así que cuando hablen de «casta»,mejor se tapan un poco.¿Se imaginan el poder judicial o el ejército en manos de ésta gente?,dijo Ortega hace tiempo que su mayor temor era que España se latinoamericanzara, a ello vamos.Podemos es la nada, pero con veneno,pero eso en España gusta.Así nos va.

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    • Gracias, Federico. Bueno, como has podido comprobar, mi juicio no es tan negativo, sobre todo por lo que respecta a las numerosas personas de la calle que de buena fe están participando en el proyecto con la intención de regenerar la política española. Los procedimientos son en buena medida asamblearios, pero la incorporación de nuevos procedimientos y tecnologías los hacen más viables que en el pasado y son una aportación interesante a las ideas de democracia participativa y democracia deliberativa. Estos procedimientos tienen, sin duda, sus riesgos; pero, si bien yo sigo creyendo en la democracia representativa, también ésta produce sus vicios propios, como es patente en su deriva actual en países como el nuestro, donde ha distanciado cada vez más a la gente de la política y ha permitido a los políticos gobernar en gran medida de espaldas a los intereses de la ciudadanía y dar cuenta de sus actuaciones solo de forma indirecta e insatisfactoria.
      Con respecto al programa de Podemos, ciertamente yo no estoy de acuerdo en muchas de las propuestas que encuentro en él; pero no lo descalificaría globalmente, y conservaría cierta confianza en que, conforme el movimiento vaya creciendo y vayan adquiriendo ciertas responsabilidades de gobierno (por ejemplo, en ayuntamientos), los mismos ciudadanos que lo elaboran tengan que ir introduciendo en él mayores dosis de realismo político.
      En cuanto a los dirigentes, tampoco me atrevería ha realizar descalificaciones globales tan tajantes como las tuyas, porque no los conozco suficientemente, ni como grupo ni como individuos, y siempre es muy difícil juzgar las posibles intenciones ocultas de los demás. Creo que debemos mantener hacia ellos la misma actitud vigilante que hacia otros candidatos y líderes políticos: sería un error caer en el mesianismo y entregarles un cheque en blanco, pero al mismo tiempo debemos conservar la esperanza de que de vez en cuando podamos encontrar portavoces, representantes y gobernantes honestos y capaces, ya sea en Podemos o alguna otra de las propuestas políticas que se están formando durante los últimos años.

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  2. Completamente de acuerdo con lo de no entregar un cheque en blanco, ni a estos ni a ninguno.Te veo optimista,me alegro.Yo no lo soy tanto.

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  3. Javier, no está mal la disección de Podemos, pero coincido con Federico en que es demasiado ingenua.
    Cuando lo que nos jugamos es nuestra salud, solemos confiar más en la medicina basada en la evidencia que en otros «discursos» y otras «narrativas». Sin embargo en política es curioso como se desprecia la evidencia.
    Los líderes de Podemos niegan la evidencia cuando justifican y toman como modelo un régimen como el venezolano, que está hundiendo cada vez más a un país tan rico que es casi imposible de hundir. Y donde de paso no se puede salir seguro a la calle. Y de donde cada vez será más difícil escapar.
    Su programa económico no niega la evidencia, la desprecia olímpicamente.
    Y si niegan la evidencia ¿por qué fiarse de ellos? Si te diagnostican un cáncer ¿irías a una chamán a que te limpie los chacras? ¿a un médico alternativo a que te explique que «otra medicina es posible» y te proponga una dieta milagrosa?
    El asamblearismo de esta gente y su programa no es más que palabrería, por más que cautive a alguna «buena gente» (la «buena gente» tiene/tenemos un largo historial como víctimas de engaños y manipulaciones). La evidencia disponible enseña que este tipo de movimientos conduce al fascismo, al totalitarismo y al caos social y económico.
    La alternativa no es una democracia de abajo arriba con Podemos, UPyD, Ciudadanos y Equo. Eso me temo que es imposible, querido Javier.
    La alternativa viable es una democracia podrida, pero un poco menos, que imite en lo posible lo mejor de cada democracia de las que más o menos funcionan.
    Esto no es muy glamuroso. Tampoco lo es quedarse calvo y sufrir como un desgraciado sin la certeza de sobrevivir. Pero la evidencia dice que es la alternativa con una mayor probabilidad de éxito… una vez que la enfermedad nos ha invadido.

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    • Ciertamente, no siento ninguna admiración por el régimen bolivariano ni por quienes justifican sus desvaríos desde ámbitos académicos o políticos europeos, con la comodidad que da la distancia. Al mismo tiempo, creo que tampoco debemos olvidar que fenómenos como el chavismo no surgen de la nada ni suelen darse en lugares aceptablemente gobernados (Suecia o Costa Rica, por ejemplo), sino en países que (como ocurrió en Venezuela durante la época de Carlos Andrés Pérez y otros políticos de dudosa catadura) permiten la degeneración de la democracia hacia formas de clientelismo y grados de corrupción difícilmente tolerables. En España sufrimos una crisis en parte preparada y luego agravada por la deficiente gestión de los partidos que se han alternado en el gobierno durante los últimos años, y también sufrimos unos grados de ineficiencia y corrupción en las distintas administraciones difícilmente soportables, hasta el punto de que la opinión pública ha llegado a percibir, no sin razón (y así aparece reflejado una y otra vez en las encuestas del CIS) a la clase política como uno de los principales problemas del país. En esas condiciones, no creo que basten reformas suaves análogas a las que podrían proponer los partidos nórdicos u holandeses en campaña electoral, con objeto de mejorar lo que ya está bastante bien. Necesitamos reformas en profundidad y los partidos políticos se han resistido a dar pasos creíbles.
      Reformas, ¿en qué dirección? Creo que muchas de las ideas que parecen en el programa de Podemos para las elecciones europeas están mal encaminadas y son contradictorias entre sí. Sin embargo, después de habernos quejado en años anteriores de la pasividad de los gobernados, que han asistido indolentes al saqueo de sus instituciones, a la recalificación de terrenos, a la multiplicación de las administraciones y a la tolerancia con las mordidas, no deberíamos desanimar a quienes están dispuestos a participar. Más bien deberíamos animar a que la participación no sea solo un patrimonio de los activistas salidos del 15M, y que todo tipo de gente corriente ponga sobre la mesa sus propuestas y sus necesidades, a través de distintas plataformas y partidos. Mi temor no es tanto a lo que salga de las deliberaciones de la gente, sino a la capacidad de los dirigentes de Podemos o de otras organizaciones políticas para redirigir esa fuerza hacia donde más les interese a ellos.
      Sin embargo, el pueblo español tiene en estos momentos unos niveles de preparación académica y de madurez mayor que en ningún otro momento de su historia. Creo que no deberíamos tener tanto miedo a tratarlos como adultos, especialmente en un momento en que las tecnologías permiten más que nunca el flujo relativamente descentralizado de la información y el debate. Comprendo los temores a que los líderes de Podemos, u otros cualesquiera, desvirtúen y perviertan esos procesos. Pero no creo que la solución sea desanimar la participación y conformarnos con lo que tenemos (quizá si viviera en Noruega me conformaría; pero aquí no…). Creo que la obligación de quienes contemplamos el proceso desde diversos ámbitos profesionales es el de denunciar a los partidos que engañan a la gente prometiendo participación y transparencia para acabar dando lo mismo. Nuevos partidos como UPyD, Ciudadanos y, ahora, un movimiento como Podemos ofrecen regeneración y cambio; si nos están engañando, tenemos la obligación de decirlo. Pero la solución no está en volver a lo que ya conocemos demasiado bien.
      Por último: ¿qué tienes contra los calvos?

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  4. Podemos no es un partido ni lo será nunca, aunque se acabe registrando en el Registro de Partidos Políticos.
    Es un grupo muy pequeño de técnicos de sociología política de extrema izquierda.
    Las asambleas, los modos de deliberar, el «partido político», darse de alta en el partido sin pagar cuota..
    Lo que están haciendo es utilizando la imagen de una democracia «pura» para legitimar un grupo de personas con unas ideas muy determinadas.
    El mismo funcionamiento asambleario hace imposible que funcione como partido, lo que no importa nada, que para eso está la ejecutiva permanente: Lo que se vota hoy, se desvota mañana, se puede votar sobre cualquier tema, pero nadie vota cómo ellos van a pagar la medida (es decir, no hay la responsabilidad que viene cuando las cosas te cuestan a uno), uno espera que en una de estas asambleas alguien dé la información válida que permita tomar una decisión y votar: falso. No está garantizado ni se sabe quién tiene tal información ni sus consecuencias, lo que no importa nada, ya que se ha cubierto con el expediente democrático de la votación a mano alzada. Tampoco se puede estar todo el tiempo en una de estas asambleas -y eso sin contar que los temas hay que estudiarlos y que uno no es perito en todo-. No importa, por que de lo que se trata es de dar apariencia de legitimidad democrática a un movimiento gramscista.
    Como hasta que no ganen unas elecciones no tienen que imponer una política y sufrir la consecuencia de sus errores, pueden prometer el oro y el moro a sus bases, por que da lo mismo: lo que importa es hacer número, que les aupen ahi y les den a conocer.
    Se han apropiado del movimiento 15 M, como Lenin se apropió de la Revolución Soviética.
    La ideología sí que es importante, especialmente cuando se niegan a exponerla y cuando todos sabemos por sus trayectorias políticas que son de extrema izquierda, es decir, están fuera de los intereses generales del votante medio en España. Es tan importante que por eso mismo votamos a los políticos: para que representen a nuestros intereses. Estos intereses no se represetan con la forma, sino con el fondo. Por cierto, la democracia que tenemos, formalmente es democrática, pero los resultados reales (es decir, del resultado de aplicar las «ideologías» votadas por los electores ) son el escándalo de ineficacia y corrupción que todos hemos visto y que no son solo los aeropuertos sin aviones.
    Por último, si la «ideología» no es importante, ¿Cual es la ideología de la camarilla que lo dirige? ¿Cual es la ideología de la gente que se pasa las horas muertas en estas asambleas? ¿Cuales son los temas y las resoluciones votadas en esas asambleas? ¿Quién va a pagar esas medidas?
    Podemos es muy peligroso por que el el viejo lobo comunista con la piel de cordero de la comunicación política del S XXI. Y es esta comunicación, nacida en la América capitalista para vender los políticos a los electores, en que el discurso racional ha sido sustituído por imágenes y eslóganes dentro de una estrategia que utiliza técnicas sociológicas y psicológicas, no tiene por definición nada de democrático.
    La democracia exige saber qué se vota y pagar lo que se vota.

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    • Gracias, Jose, por tu extenso y reflexivo comentario. Te doy la razón en que seguramente no es posible ni deseable que la democracia representativa sea completamente sustituida por una democracia asamblearia. La gente puede (podemos) querer cosas incompatibles, o puede tomar decisiones muy equivocadas (por falta de información, o arrastrada por la indignación o el entusiasmo del momento). Además, una cosa es lo que se quiere y otra cómo se consigue, y para averiguar esto último es inevitable el recurso a profesionales diversos. En realidad, en un movimiento como Podemos, supuestamente asambleario, existen esas mediaciones, que sería conveniente fueran instancias de racionalización y no de manipulación interesada, aunque siempre existe el peligro de lo segundo.
      Ahora bien, aun concediéndote todo eso, conservo cierta esperanza de que las bases de Podemos no sean tan fácilmente manipulables, ni arrastables como un solo hombre hacia una ideología prefijada o hacia el seguimiento acrítico de unos líderes carismáticos. Mi esperanza viene de que la formación y la cultura de las generaciones jóvenes es mayor que nunca en la historia de nuestro país, y también de que las tecnologías permiten la circulación de la información y el contacto directo entre la gente de maneras nunca antes conocidas. Por eso pienso que si Podemos deriva claramente en esas direcciones indeseables, el apoyo de la gente se reducirá drásticamente y Podemos se convertirá en un fenómeno testimonial y casi inofensivo. La gente está muy desencantada con los políticos, de derecha y de izquierda, no tiene demasiada confianza en los «grandes relatos» de los movimientos políticos, conoce los excesos del stalinismo, el castrismo y el chavismo. Si Podemos llega a pesar algo en la política española será, espero y deseo, porque haya conseguido desmarcarse claramente de esos referentes y sea capaz de ofrecer algo realmente diferente a lo que ha ofrecido la izquierda tradicionalmente. Si será o no capaz de ofrecerlo no lo sé… Veremos.

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